LAS DOS ENTIDADES FUNDAMENTALES, MATERIA Y ALMA

Por norma general nos sentimos satisfechos con nuestra implicación en la vida. No tenemos interés alguno en entrar en más detalle sobre lo que nos rodea o sobre nosotros mismos. Lo que verdaderamente nos importa son las sensaciones inmediatas, los sentimientos e ideas gratificantes que percibimos en el periplo de la vida. Es exactamente igual que cuando conducimos un coche y vamos disfrutando de la conducción sin preocuparnos lo mas mínimo por entender el mecanismo que impulsa el vehículo o por aprender a repararlo. Sin embargo, los fallos son inevitables en la vida para reflexionar sobre aquello que ha ido mal y el por qué, para poder corregir y reparar en el futuro.

Los antiguos Yoguis estudiaron meticulosamente el mecanismo intrincado de las experiencias de la vida y sus averiguaciones se plasmaron en la filosofía o metafísica del Samkhya o los Yoga Sutras de Patañjali. El Yoga sugiere que un análisis profundo de la consciencia, de las experiencias, nos aporta unas ideas sencillas que pueden explicar multitud de sucesos que nos rodean, por ejemplo, los factores que provocan determinadas situaciones y la forma de resolver las dificultades que han surgido debido a la combinación de estos factores.

Los antiguos Yoguis afirman que su labor no se redujo a un simple análisis académico, tal y como se han conformado numerosas filosofías y sistemas que están basados en presuposiciones en las que, como si se tratara de un juego, una vez que estas presuposiciones se aceptan – por ejemplo que el universo al completo esta creado por átomos y moléculas-  se  puede conformar un sistema completo que puede explicar todas y cada una de las cosas de este universo. Eso sí, hay que tener cuidado de no dejar hueco a las contradicciones. Estos sistemas filosóficos se pueden contar a miles.

La diferencia que alegan los Yoguis en cuanto a su forma de entender el universo exterior y los acontecimientos es que muchas de las proposiciones que conforman parte del sistema han sido observadas, experimentadas y comprobadas por ellos mismos.  Un Yogui puede concentrar su atención en un objeto concreto y, como resultado de esta intensa concentración y consciencia, adquiere un conocimiento que es muy superior al conocimiento usual que se adquiere a través del pensamiento discursivo y disperso. El Yogui sin embargo es como si viese con sus propios ojos la verdad sobre la que basa sus conclusiones y reflexiones.

Así, los Yoguis consideraron la existencia de dos entidades fundamentales en el universo, la consciencia y la entidad variable de la materia. La materia cambia continuamente, nunca permanece estática, por tanto no es un objetivo que se pueda considerar fundamental  ni interesante. La otra entidad es el alma o la consciencia, es un objetivo que puede permanecer estable, inalterable a lo largo de toda nuestra experiencia con la materia. El Yogui no desea el cambio continuo, la incertidumbre, desea permanecer conectado a lo invariable, a lo eterno, a lo permanente. Para él, por tanto, ese aspecto de su propia consciencia, de su personalidad, de sus experiencias, que no cambia, que permanece inalterable aportando consciencia, conciencia y conocimiento profundo, es más importante que cualquier otra cosa.

De modo que tras este análisis de su experiencia, el Yogui entra en detalles cada vez más específicos de la naturaleza de estas dos entidades. Para él, la materia evoluciona y cambia para aportar experiencia al espíritu. De hecho, estaríamos tremendamente aburridos y entontecidos si nada ocurriese a nuestro alrededor, es gracias a estas interacciones y relaciones que crecemos, aprendemos y comprendemos. Por eso los cambios son algo necesario, pero no son nuestro objetivo en sí. Existe una razón por la cual estos cambios nos aportan experiencias y conocimiento; el entorno y las acciones externas están ahí para ayudar al individuo a que comprenda, crezca, alcance un estadio superior, puesto que el individuo alberga en sí mismo el principio fundamental de la inteligencia, el conocimiento y la consciencia. De modo que es la consciencia la que hace que el mundo funcione, de hecho, la idea es que el mundo exterior existe con un propósito teleológico, para ayudar al individuo a vivir experiencias, a crecer y a desarrollar su consciencia.

Esta idea conduce a un entendimiento de la evolución de la materia. Dado que la materia que vemos es demasiado tosca, demasiado especializada, solamente alcanzamos a  observarla en forma de objetos como puertas y ventanas, suelos o techos. Sin embargo, conceptos como los átomos o la energía se escapan a nuestra percepción. El hecho de intentar comprender la evolución ayuda al individuo puesto que le capacita para afrontar los cambios y crecer con ellos.

Los cambios en el entorno suelen confundirnos, nos apegamos a los objetos como si existiesen de verdad, aun sabiendo que la materia es perecedera. Tal y como se menciona en los comentarios de los Yoga Sutras los granos de arroz que se almacenan durante mucho tiempo terminan por deteriorarse, convirtiéndose en polvo. Si existiera una posibilidad de corregir esta forma de percepción defectuosa, seriamos capaces de ver – o al menos de aceptar – estos cambios, así no nos sentiríamos tan desilusionados al descubrir que los granos de arroz han desaparecido para convertirse en polvo.

En conclusión, cualquier análisis metafísico por pequeño que este sea conduce a un aprendizaje, aunque no sea en sí el resultado final. El resultado último es que el individuo por si mismo adquiera conocimiento, deje a un lado lo material y se dirija al entendimiento de la consciencia como el objetivo supremo y vea que puede mantenerse en un estado consciente que es de naturaleza inalterable.

Dr. Jayadeva Yogendra

Publicado en: YOGA AND TOTAL HEALTH Agosto 2007

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